Cada mañana, millones de personas alrededor del mundo repiten un ritual tan sencillo como poderoso: preparan una taza de café. Ese primer sorbo, el aroma intenso, el impulso de energía. Pero lo que muchos desconocen es que esta milenaria bebida podría estar haciendo mucho más que despertarte: la ciencia sugiere que el café podría ayudar a prevenir el alzhéimer, una de las enfermedades neurodegenerativas más devastadoras y comunes de nuestro tiempo.
Más que cafeína: un escudo molecular
Un estudio realizado en Italia y publicado en The Journal of Alzheimer’s Disease reveló que las personas mayores que consumían una o dos tazas de café al día tenían un 27% menos de riesgo de desarrollar alzhéimer. Otras investigaciones van más allá: tomar entre tres y cinco tazas al día podría reducir ese riesgo hasta en un 65 %, un nivel de protección comparable al de ciertos tratamientos médicos.
¿A qué se debe este efecto protector? La respuesta está en el poderoso cóctel de compuestos del café. La cafeína bloquea receptores cerebrales asociados al deterioro cognitivo, mientras que antioxidantes como el ácido clorogénico combaten el estrés oxidativo, un proceso ligado al envejecimiento neuronal. Además, el café mejora la sensibilidad a la insulina, lo que beneficia el metabolismo cerebral de la glucosa.
Café contra el olvido
Investigadores de la Universidad de Melbourne, en Australia, siguieron durante una década a un grupo de adultos y hallaron que quienes bebían café de forma regular mantenían mejor su memoria y atención, además de presentar menos acumulación de beta-amiloide, una proteína relacionada con el alzhéimer.
Pero hay un detalle importante: el café solo protege si se toma sin azúcar. Según The American Journal of Clinical Nutrition, las versiones azucaradas o con edulcorantes no ofrecieron los mismos beneficios, lo que sugiere que los añadidos podrían anular sus propiedades protectoras.
¿Tomamos una taza con precaución?
Aunque los hallazgos son prometedores, los científicos advierten que no se trata de una cura ni de una garantía. El café puede ser un aliado, pero no sustituye a una alimentación equilibrada, la actividad física ni a una buena salud general. Además, los estudios muestran correlaciones, no pruebas concluyentes de causa-efecto.
Conclusión: Tomar café —de una a cinco tazas diarias, según la tolerancia personal y sin azúcar— podría convertirse en un hábito protector para el cerebro. Tal vez, en el futuro, una simple taza de café no solo nos despierte, sino también nos ayude a recordar.
Con información de RT