En el barrio Santa Lucía, una de las comunidades que ahora integran el recién creado distrito municipal decena de familias que construyeron sus viviendas en zonas vulnerables, han tenido que abandonar sus hogares antes los constantes deslizamientos de tierra.
La barriada que hasta hace pocos años llevaba el nombre La Mosca, por los altos niveles de contaminación y su cercanía con el vertedero de Rafey, prácticamente cuenta con un 95 por ciento de sus residentes en situación de pobre y vulnerabilidad y expuesta a la insalubridad.
Los que aún permanecen en sus casuchas construidas en madera y zinc temen que en cualquier momento ocurra una tragedia.
Danilo Rodríguez, es el propietario de dos viviendas que la mantiene en calidad de préstamo a dos mujeres solteras.
“Para que venga alguien y la destruya prefería prestarla a estas mujeres que no tienen siquiera con que comer. La verdad es que aquí hay algunas casas que cuando llueve se van en pedazos, pero es lo púnico con que cuentan”, expresa Rodríguez, un hombre que hace veinte años decidió emigrar desde el sur del país hasta Santiago.
Rodríguez reside en Los Solares, otra barriada improvisada que hoy día cuenta con cientos de casuchas construidas en solares ocupados por grupos que se dedican a la invasión de terrenos. Allí queda otro barrio con el nombre Ciudad de Dios, igual a como denominan a sectores de las favelas brasileñas.
San Lucía es separa del vertedero de Rafey por apenas una cañada contaminada por los desperdicios y hasta por las letrinas improvisadas que construyen las familias que levantaron sus casuchas.
Personalidades como el pastor Pablo Ureña, del Programa Niños con una Esperanza que opera en dicha barriada lamenta la situación de miseria en que la viven cientos de personas.
